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El Espectáculo de la Guerra​

En una guía turística de Londres aparece esta descripción del Museo Imperial de la Guerra: “Este galardonado museo muestra al público los conflictos bélicos en los que se ha visto inmerso el Reino Unido, retratando los sucesos de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Este museo de la guerra también aborda con gran sensibilidad y elegancia otros conflictos armados. Podrá vivir la experiencia de caminar en las trincheras y conocer de primera mano cómo fue el dramático periodo en el que Londres fuesistemáticamente bombardeada por los nazis”. Para realizar las fotografías de la serie “Warshow”, Iván Pérez dedicó más de cuatro meses a visitar Museos de la guerra como el antes citado, y también el National Army, el HMS de Belfast, que es un barco de guerra, el Atlantic Wall Museum en Bélgica, y ocho museos holandeses, un pequeño país que posee más de treinta museos de la guerra. El trabajo de Iván Pérez es, pues, un proyecto que ha implicada un compromiso con un tema central para todos nosotros, la guerra, pero la guerra tal y como nos la presentan “envasada” en los museos. Es obvio que el fotógrafo tenía otra intención que no era la del turista corriente y común: la de fotografiar detalles que por alguna razón él pensaba podrían ser objetos de arte, o que podrían servir para reflexionar sobre el fenómeno de los Museos de la Guerra y del consumismo visual. En estas fotos miramos, pues, una mirada, la de Iván Pérez, pero ¿qué nos quiere contar con sus fotos? Se pueden hacer todo tipo de especulaciones sobre cómo el horror de la guerra, los desastres naturales, la pobreza, se han convertido en el objeto de los recorridos turísticos (en Nueva York, en Río de Janeiro, en Hiroshima, y recientemente en Nueva Orleans). Paralelamente a la rápida asimilación del horror como espectáculo por parte de la industria del turismo, los artistas, especialmente los fotógrafos, han hecho de esos mismos lugares y museos el objeto de sus obras. La diferencia consistiría en que las fotos que hacen los turistas poseen una sola intencionalidad: la de testimoniar que ellos estuvieron allí y mostrar esas fotos a familiares y amigos. Las fotos de los artistas quieren decirnos algo más y están hechas para ser expuestas en espacios donde un público que aprecia el arte irá a verlas. Las fotos de los turistas describen, las de los artistas sugieren que en lo banal puede esconderse algo esencial que se nos ha escapado a nuestra mirada turística. En el caso de las fotos de Iván Pérez lo primero que se constata es la artificialidad de los escenarios, el inquietante silencio de los maniquíes de los soldados, la pulcritud de los espacios y de los objetos: tanques, cañones, bombas, armas, camiones gigantes, aviones, escenarios del cielo y de la tierra pintados, la mirada vacía del maniquí de un soldado americano, un grupo de mujeres que hablan alegremente junto a una gigantesca máquina de guerra. En estos museos, fuera de la mirada del turista, y del fotógrafo, están la sangre derramada de los heridos y de los muertos, el estruendo de las bombas y de los derrumbes de los edificios, los árboles calcinados, las atrocidades cometidas, la penuria y el hambre, la muerte en general. Lo inquietante, pues, es lo que no se ve, lo que no se enseña, lo que no se oye ni se huele. Estamos, pues, ante un espectáculo arqueológico, de arqueología industrial: los objetos que se presentan en los museos de la guerra han perdido toda su funcionalidad y nos instalan, desde la cómoda realidad en que vivimos, frente al horror que otros vivieron. Además del indiscutible valor estético de las fotografías de Iván Pérez, estas piezas aportan una mirada reflexiva, es decir, nos sitúan de una manera crítica, en el sentido de pensante, ante otro tipo de memoria histórica que no es la de la de las buenas intenciones didácticas de los museos que ha fotografiado, sino ante el ser humano que busca la aventura en lo que no ha vivido, en los museos, en las pantallas de la televisión. Entre los que visitan estos museos, claro está, también se encuentran aquellas personas que vivieron las experiencias allí escenificadas, o perdieron familiares en esas guerras. Son, por lo tanto, museos que si bien poseen las características de un espectáculo, de igual modo representan la memoria histórica más inmediata. Lo terrible de todo este asunto es que las guerras están sucediendo ahora mismo, en otros lugares del mundo, pero con la misma dosis de horror que las guerras evocadas por estos museos, y que nosotros, los pacíficos espectadores, las vemos en una pantalla, mientras alegremente charlamos de los éxitos deportivos, de la alta calidad de algún restaurante o del lugar que visitamos en nuestras últimas vacaciones a Holanda donde en la descripción de uno de los museos que ha fotografiado Iván Pérez, el Verzetsmuseum, se puede leer que una visita a este museo de la guerra “puede ser una parte agradable del viaje de cualquier persona que vaya a Amsterdam”.

Dionisio Cañas
 

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